viernes, 30 de diciembre de 2011

Fin de año

Que sí, que da mucha pena comer en Nochebuena y Nochevieja fuera de tu casa y encima por ir a trabajar, pero desdramaticemos,  para mí,  el problema son las uvas:
-          Dónde te comes las uvas: espacio físico.
-          Las uvas en si mismas.
Dónde te comes las uvas: siempre dos posibilidades.
En una planta, servicio, unidad cualquiera, esto ya aumenta la tristeza, allí, con tu compañero/a, los dos solitos: “¿Dónde  ves las campanas?, yo la suelo ver en la autonómica". Pregunta el compañero. Pues donde las vas a ver,  criaturita,  en La 1, que  es la única cadena que se ve en los televisores de todos los hospitales del mundo  sin interferencias, eso es así.
El próximo año voy a patentar un kit de muñecos hinchables, eso si,  respetando el PLAN ESTRATÉGICO DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES (2008-2011):tres muñecos y tres muñecas para crear ambiente y estar acompañaditos.


La otra posibilidad es en un servicio donde haya más gente: urgencias, centro de salud… Aquí entran en juego las uvas en si mismas: diferentes estudios retrospectivos multicéntricos  revelan con un nivel de evidencia: I A. que:

Siempre una mujer y la que lleva más tiempo en el servicio propone: para Nochevieja podíamos cenar algo especial, cada uno que traiga “UNA COSITA”.  Ella siempre se encargará de la bebida y de las uvas.

Las uvas en si mismas:

Siempre vienen (en el 99,9% de la ocasiones) en una bolsa blanca con doble nudo.

Las uvas nunca en racimo siempre sueltas ¿Por qué? Ningún estudio revela luz al respecto, sólo conjeturas.

Se sirven en un vaso de plástico y son doce uvas +/- 2. Es decir ó 14 ó 10 nunca,  repito NUNCA,  doce.

Yo quiero ser mujer y la más vieja del servicio para llevar la bebida y las uvas,
es lo más fácil. Ese año me lo quise currar, busqué en internet, y hasta en una revista, cenas de navidad, comidas en fiestas, “sorprende a tus comensales de forma sencilla y rápida”. UN MOJÓN, todo me salió una mierda, lo peor el salmón con naranja caramelizada,  pobre gato, que Dios lo tenga en su gloria. La única opción, a estas horas, asaltar la casa materna y robarle la carne mechada sobrante de Nochebuena y su salsa correspondiente.

20:00 horas: “Mamá la carne está de muerte, y la salsa agridulce genial”.
Mamá: “¿Agridulce? No, es de almendras, estará mala”.
A tomar por culo: carne y mayonesa.

A las 23:37 horas siempre surge algo que no te permite volver al estar de urgencias hasta las 23:55 horas y allí están, en un vaso de plástico las doce uvas aproximadamente. Este año vaso de plástico de tubo.

Mi yo interior (M.Y.I.): “Ole,  ole, ole tu coño compañera”.

A la dificultad de seguir las campanadas en La 1, que parece que tienen prisa, se añade el tener que girar el vaso de tubo con la mano izquierda, en un ángulo de 45º, para con el segundo y tercer dedo de la mano derecha hacer pinza para intentar dar caza a esas uvitas. Sin tiempo de calibrar, prepararlas,  quitarle los pellejos,  las semillitas…

Mi vaso de uvas era multicultural: ninguna uva pertenecía al mismo racimo, ni a la misma vid, ni creo que al mismo continente. La primera uva era tipo Kiko pero no el fruto seco sino el Kiko Rivera, era gigante, la segunda uva la cogí de una oreja, era lo más parecido a la cabeza de un bebé, la tercera no me la comí, la reservé para preparar melón con jamón, era grande verde oscura y no tenía pellejo, era cáscara.
El resto se habían perdido en un paso intermedio del proceso de elaboración de la uva pasa.

Después de los saludos y felicitaciones (coño hasta el médico cabrón me dio la mano y un abrazo, esto si que es espíritu navideño), con las lagrimas saltadas la organizadora del evento: “coged los vasos que vamos a brindar”.

M.Y.I.: “Ole tu coño otra vez, los vasos, esos que todos habíamos dejado en la mesa para felicitarnos”.

Siempre hay un listo: “este es el mío lo deje aquí”. Una mierda mu grande, no puedes saberlo. Lo único que pedí es que no me tocase el del médico cabrón, no por nada, es que lo último que hizo fue un tacto rectal, curiosamente con los dos dedos con los que cogía las uvas.

Tachánnnn como no podemos beber traigo champán sin alcohol”. ¿Eso qué cojones es?. De una bolsa amarilla sacó una botella con la misma forma aparente de una de cava, serigrafiada una silueta simulando a un payaso,  portando en ambas manos globos de diferentes colores: champanin o chanpanonino, o algo así adiviné a leer.

Esa bebida purgante se le da a los niños, sabiamente, para impedir su inicio en el consumo de alcohol. Claro el niño cuando se echa esta mierda  a la boca exclama: “jamás beberé alcohol”.

Esa Nochevieja mi mente no estaba allí, se encontraba por ahí de fiesta, parecía haberse ido acompañada de mi estómago que sufría los efectos del whisky garrafón aunque en esta ocasión provocados por la mezcla: salsa agridulce, champanonino y uvas interraciales.

Dedicado a todos los profesionales sean del gremio que sean que curran en Nochebuena, Nochevieja y demás fiestas de guardar, de reconocido arraigo popular.








martes, 27 de diciembre de 2011

Licor de hierbas

En la película de la vida te tocó el peor papel, el que ningún actor ni actriz quiere interpretar. Eras el tonto de la clase, blanco de las bromas, la ira, el collejón, el capón. Nunca dijiste que no, nunca dijiste basta, ni cuando se colaban en la cola de la gasolinera, ni en la del súper. Que inocente fuiste. Pensaste que con el graduado escolar finalizaría el calvario. No fue así, la broma, el collejón, el capón, la  ira, se extendía a la calle, a toda tu vida, era tu papel. En tu primer precario empleo en aquella precaria empresa, nada iba a cambiar. La sobreexplotación de tu jefe, al que nunca dijiste que no, la broma fácil de esos que trabajaban contigo.
No te dabas ni cuenta, pero el pozo sin fondo de la paciencia, poco a poco, gota a gota, insulto a insulto, iba mermando su capacidad.
La comida de empresa navideña está a la vuelta de la esquina. Nadie contó contigo, nadie te preguntó. No aparecerías en ninguna foto, ni en la de grupo, mejor, en la del año pasado saliste en una, la del tartazo en la cara, que provocó las risas hasta bien entrado el mes de junio y sirvió, de carta de presentación, al personal de nueva incorporación.
Pero ahí estabas tú, como el año pasado y el anterior, a sabiendas de que serás el blanco de la broma de siempre: la sal en el café, el azúcar en la carne, el petardo en el cigarro…
Te pusiste la misma ropa, la de siempre, la que llevaste el año pasado, quizás también la del anterior, pero te propusiste que este año sería diferente.
La botella de licor de hierbas que en todas las comidas significa lo mismo: la comida esta llegando a su fin, fue tu aliada, le querías dar otra utilidad, un nuevo significado. Nadie se percató que la cogiste para tu doble propósito. Una vez en el servicio, el contenido para tragarte esas más de cuarenta pastillas: ansiolíticos, antidepresivos, analgésicos… y el continente que rompiste contra la taza del váter para propinarte dos tajos en sendas muñecas no menos profundas que la del cuello.
Nadie se percató, te delató la sangre que había superado el límite inferior de la puerta.
Llegaste a urgencias muy frío, como fría había sido tu vida. Las sesiones del psicólogo, las del psiquiatra, los libros de autoayuda, los ejercicios de autoayuda fueron tan estériles como los 30 minutos de reanimación cardiopulmonar, tan inútiles como la adrenalina, los dos accesos venosos, los litros de suero, la intubación, la naloxona, flumazenilo…
“PARAMOS” lo que nunca quieres oír, la palabra del médico había puesto punto y final a tu vida.
La agenda de tu móvil para localizar a algún familiar parecía mas bien unas páginas amarillas: taller, trabajo, médico de cabecera… Ningún nombre propio. Junto a tu móvil una nota tan corta como tu vida: “Gracias, Carmen, por esos cafés”. Carmen, la camarera de aquella cafetería. El primer día te preguntó: “¿Un café?”, y tú que odiabas el café pero incapaz de decir un no te lo tomaste. Te trataba con la misma simpatía que al resto, con lo misma normalidad, y eso es lo que tú querías, que te tratasen normal como al resto.
En la película de la vida has sido un cobarde, pero hay que reconocer que a la muerte le has echado tres pares de cojones.

martes, 20 de diciembre de 2011

Los pollitos

Traslado de pacientes críticos a centro de referencia en UVI móvil: traslado de pacientes que precisen valoración por especialista que no se encuentre recogido en la cartera de servicios del hospital.
Bajo este epígrafe se escondía mi nuevo contrato de trabajo. Se trasladaban pacientes críticos, psiquiátricos y embarazos de alto riesgo. Dependiendo de la gravedad: equipo completo médico y enfermera o solo enfermera.

La entrada en urgencias del 061, dos guardias civiles que escoltaban a un corpulento hombre y que disimulaban, detrás de ellos, a una pequeña mujer de riguroso luto y cara de pena irreversible, no llamó, para nada, la atención de nadie.

Me reclamaban de la consulta tres de médicas, un traslado a la vista. Al entrar me encontré de frente con el corpulento hombre, tipo indio de Alguien voló sobre el nido del cuco, de cerca parecía más grande, un guardia civil y su madre, que había contado el relato tan habitual ya para ella. Viuda, huérfana de hijo solo le quedaba la compañía de su corpulento segundo hijo, un  paciente psiquiátrico cuya terapia era la cría de pollitos de campo. “Los pollitos dicen pio, pio,  pio, cuando tienen hambre cuando tienen frío” esta cantinela hizo que la    madre se asomase a la ventana, viendo,  en el corral, a su hijo,  girándole la cabeza a los pollitos unos 180º,  ante la pregunta de la madre  espetó: “Mamá si les doy cuerda crecerán más pronto”. De paso, intentó usar la misma técnica con su madre con la finalidad de hacerle crecer, en este caso,  el pelo, del que esta señora carecía casi por completo, fruto con toda seguridad de los varapalos de la vida.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Escatológicamente hablando

A las 0:15h del día 1 de Enero del 2006 sonó el timbre de la habitación 1016, qué detalle, pensé, un paciente que nos quiere felicitar el año nuevo: “mi marido que sa’ cagao”.
Llevaba casi un año en esta unidad, vamos era un experto, tenía un máster, un doctorado. Títulos no homologables por ningún sistema sanitario público, ni baremables  en ninguna bolsa de trabajo.
Experto en extracción manual de fecalomas (acumulación de heces en ano que taponan el flujo normal del tracto intestinal; a veces están pegados a las paredes del intestino), doctor en mierdas, máster  en detección de la etiología de la diarrea en función del olor y el análisis macroscópico. Andaba un poco frustrado aquellos días porque no conseguía catalogar los mojones en función de su consistencia y color, sobre todo la amplia y extensa gama de tonalidades de marrón.  Ayyy  la materia fecal, ese mal valorado producto de desecho del cuerpo, cuanta información  revela. Que envidia leer esos  relevos: “deposición acohólica,  abundante, semisólida”.  Madre mía que nivel de incidencia, yo quiero ser así.
Parece que detectábamos cual podría ser la causa de la diarrea tan solo con olerla,  como el mejor rastreador indio, estábamos dotados de un olfato ultra desarrollado, ultrasensible, una elevada tasa de especificidad: una diarrea cuyo olor penetraba  por medio de la inspiración y sale en la espiración sin dejar residuos  en las fosas nasales, es decir la peste te abandona cuando espiras,  esa diarrea tiene una alta probabilidad de ser de origen alimenticio. Este experimento  podéis hacerlo en casa. No, no hace falta que os caguéis encima, basta con introducir en un recipiente hermético el cocido sobrante de días anteriores, pringada  incluida, añadirle medio de vaso de vinagre y dejarla macerar; el tiempo de maceración será inversamente proporcional a la temperatura ambiente, es decir,  a mayor calor menor  tiempo. Para acelerar el proceso dejar el recipiente en el pollo de la ventana de la cocina en agosto varios días.
La diarrea de olor dulzón que te acompaña durante toda la asistencia al paciente y desaparece conforme abandonas la habitación. Sin duda es provocada por la nutrición enteral, es como si te comes un roscón de reyes, claro un roscón de reyes cuando te lo comes el 30 de enero, esa bola que escupes, porque evidentemente la nata está agria, desprende un hedor similar.
La diarrea que te acompaña durante la asistencia del paciente, cuando sales de  la habitación, cuando te vas a tu casa, te acompaña al cine, al supermercado, llegas a tomarle cariño. Esa cagada es señores y señoras obra y producto del  antibiótico amoxicilina-clavulánico. Por favor no intenten reproducirla en el domicilio, personal lego, poco entrenado,  puede, en sus primeros  contactos, sufrir pérdida de visión, obnubilación, alucinaciones, se han descrito casos extremos de lo que se conoce como “la llamada de la sirena”, la fragancia atraviesa la barrera hematoencefálica  provocando una atracción hacia sí del individuo que se arroja y se revuelca sobre la misma como un lechoncillo.
Para añadir rigor científico, en ocasiones, el olfato del profesional  puede dar lugar a  interpretaciones  con cierto nivel de subjetividad, se recurre a la escala internacional nivel inmersión o prueba de lanzamiento de moneda: que se hunde, alimenticia; que queda mitad mitad, nutrición enteral; y si rebota y de da en el hocico, esa de antibiótico.
A las 00:30 h entramos en la habitación, aprovecho para hacer un inciso, un llamamiento: por favor,  ruego encarecidamente a los cuidadores de grandes dependientes que cuando estos  defequen en sus respectivos pañales, NO, REPITO NO fumiguen la habitación con colonias, perfumes,  esencias, fragancias, ambientadores  y similares, estos no enmascaran, no eliminan mientras el problema este ahí,  en el pañal, es más, se produce un efecto sinérgico colonia-mojón de tres pares de cojones.
La señora haciendo caso omiso a mis suplicas impregnó toda la habitación de colonia, concretamente, colonia Varón Dandy de litro. El ritual siempre era el mismo: mano izquierda en forma de cuenco, viértase una buena cantidad de la fragancia, con un movimiento de abajo arriba liberarla por toda la habitación, repetir la operación para dejarla caer, en esta ocasión,  por toda la sábana. Finalmente deje caer unas gotitas en ambas manos,  friccionarlas para concluir dando un par de ostias en la cara del paciente.
El ambiente doblemente enrarecido,  por un lado la contaminación de la colonia, un Varón Dandy diferente, más añejo como si el producto hubiese sido adquirido hace varios años, sospechas que se confirmaron al ver que la bolsa donde la guardaba, de Galerías Preciados actual Corte inglés. De otro lado, un aroma pestilente que no encajaba en ninguna de las tres categorías, mi inquietud fue en aumento, aumento que llegó al máximo apogeo al ver al paciente perfectamente mimetizado como el mejor boina verde previo al combate, sustituyendo la tinta negra por mierda pura, a ver si tiene cojones de hacer esto Rambo. Al levantar la sábana una extensión nunca antes vista: desde la punta del esternón hasta ambos tobillos verticalmente, y llegando a ambos límites de la cama lateralmente. El paciente aún así había reservado una importante cantidad para extenderla perfectamente por toda la pared de la habitación haciendo gala de su antigua profesión, pintor de entidades bancarias y viviendas en sus ratos libres.
Ni por olor, ni tan poco por cantidad, encajaba en los actuales patrones de clasificación: mierda (unos 200 grs. Aprox.), mojón (entre 300-400 grs.), te has tenido que rajar el culo (> de 400grs.).
Acotamos la zona, tomamos muestras, hicimos un portal de Belén, con más de 100 pastorcillos, pececitos, ovejitas, a falta de uno pusimos dos angelitos, a punto estuvimos de comernos las cabezas de los muñecos, increíble, el efecto llamada de  sirena en su forma más agresiva.
Aun hoy, en noches cerradas, perturba mi mente aquel recuerdo de mojón expediente X, implorándome que resuelva el misterio…

martes, 13 de diciembre de 2011

La pomada

Pesada tarde en unas urgencias cualquiera. La llegada del matrimonio vociferando, amenazando, golpeando objetos,  en principio  inanimados, no hicieron más que elevar un poco más el caos vivido en esta unidad.
La primera que se llevó el aluvión de críticas fue la compañera de admisión. Los improperios se sucedían y dejaban paso de vez en cuando a amenazas tipo: “Su mato a tooooo ‘como mihijooooooo se mueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa”.
Esa dulce melodía para nuestros oídos iba acompañada a la percusión por su marido que nos agasajaba con los diferentes tonos musicales extraídos de golpear todo lo que a su paso encontraba, patadas a sillas de ruedas, puñetazos en pared y carcelería variada. Hombre y mujer corpulentos capaces de relajar los esfínteres de manera más rápida y eficaz que cualquier enema casen que se tercie.
Allí estaba yo sentadito, en la sala de clasificación, sintiendo ya los efectos de ese enema casen, mi esfínter anal cobró vida propia, latía de forma autónoma, independiente.
La entrada del matrimonio como elefantes en una cacharrería seguidos a cierta distancia del vigilante de seguridad, al que también le habían recetado el mismo laxante que a mí, y cuya cara era un poema.
Aquel niño tan grave no acompañaba a los padres, “¿Dónde esta su hijo señora?”, pregunté.
Mi hijo, pos en el colegionde va’ a estar”.
No entendía la situación surrealista; el padre, cual toro miura, solo le faltaba rastrear en el suelo con su pezuña, y yo allí esperando la fatídica cornada mortal en esta difícil plaza cuyos toros no sabía torear.
Quiero ver al médico que no ‘engaño, yo traje aquí  mi hijo por una quemaura en el braso y el medico no no’ dijo que era un cánse y no’ mando esta pomá pal cánse”.
La pomada, ciertamente era un tratamiento antibiótico tópico indicado en  quemaduras grado I y II. Pero la señora insistía señalando continuamente una  leyenda escrita en la caja.
Ves aquí lo pone mantiene fuera el cánse en los niños”.
Al acercarme la caja la leyenda recogía exactamente: MANTENER FUERA DEL ALCANCE DE LOS NIÑOS.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Guardia de noche

Son las nueve y poco de la noche me voy al curro, no se lo que me voy a encontrar no se dónde voy a estar lo que se es que los objetivos no voy a cumplir.
Son las 2 y media, voy a comer, engaño a mi estómago:  "come tonto es el almuerzo: tortilla fría, agua fría, noche fría, trabajo frio...".
Son las tres y media. Estudia hijo mío, me decía mi padre, no quites mierdas como yo. Papá no solo las quito, también me las como.
Son las cuatro y media, suena el busca, no estoy dormido, no estoy soñando,  ni siquiera estoy, solo ves mi cuerpo el resto esta fuera, donde no hay  objetivos, donde no hay frio, donde trabajo dentro, fuera, arriba, abajo, izquierda, derecha, no hay objetivos.
Es un pijo, le duele algo, es una parte de su cuerpo que yo no encuentro en el mío, lo único que reconozco es un  olor familiar, algo que yo tomé hace ya mucho tiempo, cuando salía libre,  sin miedo, seguro, tranquilo, sin objetivos. La vida sigue, pero mi reloj se ha parado hace tiempo, todo se mueve pero yo  estoy quieto. Ahora no es uno, son dos. Siempre alguien se salta un stop,  otra vez ese olor familiar, alcohol-tabaco... parece que algo más... papá  está en Marbella... que no se entere...si me vas a dar puntos que no se  note...si me tienes que cortar el pelo ni me toques...voy a vomitar... Ahí  no, ese soy yo, no la bolsa de basura.
Cinco y media, suena el busca, no duermo, no sueño, ni siquiera estoy. Mi  cabeza y mi estómago entran en conflicto a ver quién gana hoy. Ochenta años, no lo aparenta, fuerte, desorientado, agresivo, grita viva franco, no le sujetéis solo los brazos, también las piernas; es demasiado tarde, su pie se  hunde en mi estómago hoy está claro, gana la cabeza por KO. Bajo tan  desorientado como el abuelo, que ahora esta tan colocado como los que  vinieron antes.
Son las seis, suena el busca, no duermo, no sueño, no estoy muerto, le ha  tocado a otro; era joven, cuarenta y pocos y en la lotería de la vida no tuvo suerte, su cuerpo más frio que la comida, más frio que la noche... su mujer  aún no se lo cree busca un cuerpo donde abrazarse... encuentra el mío...  una  vez hace tiempo me abrazaron con esa misma fuerza el objetivo era bien distinto... qué hago, qué digo. Mi voz sale estéril, sin fuerza, dudo que la  haya oído esto no lo enseñan. Bajamos, bajamos, a lo más bajo, a un lugar  mucho más frio, tan frio que da miedo; ahora otro olor familiar me provoca  una sonrisa. Dura poco, no es el forro de los libros de texto del colegio, proviene del sudario, blanco, que dibuja un cuerpo, solo un cuerpo. La mujer aún no lo cree, sola, avisamos a la familia, tarda poco, veinte minutos,  eternos para mí. Llora, no hay consuelo. Esto no lo enseñan.
Son las 7, la noche toca a su fin, pero antes sube, baja, izquierda, derecha, más sangre, esta vez de venas de personas que duermen ajenas a todo, a la vida que hace poco se acabó, al abuelo, a los pijos a todo... que siga así.
Son las 8 y mi uniforme delata, a modo de manchas, la noche: lágrimas en mi hombro derecho, sudor en mis axilas, mierda, del  abuelo, en mi espalda, vómito en mis pies, sangre en mi pantalón. Son las tristes condecoraciones de una noche que yo luzco con orgullo, no necesito cumplir objetivos.
Son las nueve de la mañana, camino de casa, otra noche, otro capítulo, ahora sí, buenas noches. Dedicado a todos aquellos que sin saber de la noche hablan de ella porque de  vuestras criticas destructivas, nace la fuerza para seguir trabajando, eso  sí, de noches.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cuarta planta


858547412254521145415515, este número de teléfono, si eres enfermera,  estás en paro, y son sobre las 12 h. del medio día, sólo significa una cosa:
CONTRATOOOOOORRR.

Efectivamente incorporación en la 4ª planta de un hospital cualquiera, hoy en turno de tarde, duración siete días. Esto va viento en popaaaaa, el anterior fue de dos días.
Busque mi pijama (uniforme), mis tijeras, mi rotulador gordo, boli de 4 colores, libreta con chuletas, otro boli por si…

Ducha rápida, corte de uñas para evitar que se acumulen microorganismos bajo las mismas, fuera reloj de pulsera, reloj de cadenita sujeto al bolsillo del pijama. Bocadillo de tortilla francesa y una Fanta de naranja. Ya está el tío preparado para una jornada laboral.

A las 14:30 h hice acto de presencia en la 4ª planta, media hora antes del cambio de turno. “Hola, soy el enfermero de tarde, me incorporo hoy”. Un silencio sepulcral de varios segundos, cuasi eternos para mí; miré al pasillo y hasta me pareció ver pasar rodando un par de arbustos, como esos de la películas del oeste.

Perdón, ¿dónde podría cambiarme?” Una de las dos enfermeras que se encontraba en una mesa rodeada de carpetas, se apiadó de mí y me indicó con el boli, sin levantar la cabeza de la carpeta, una puerta. Dos pasos más tarde añadió: “otro nuevo, esto ya me toca  los cojones”.

Mi yo interior (M.Y.I.) que para mí es esa respuesta que darías pero que en realidad no te atreves a decir, ese consejo, en definitiva,  esa voz interior que te guía, me dijo a mí mismo: “las ganas que tengo yo de verte a ti la cara hija la gran p…….” No reparé en un folio escrito con rotulador negro que había pegado justo encima del pomo de la puerta. Sobre las 15:00 h. y después de varios golpes que fueron subiendo de intensidad progresivamente, después de varias peticiones de auxilio que empezaron con frases como: “perdón me he quedado encerrado, no hay pomo en la puerta”,  y terminaron con otras como: “socorrooooooooo”,  una mano amiga abrió la puerta, mi compañera enfermera traída directamente de un viaje en el tiempo,  concretamente de la Alemania nazi 1943: grande, gigante, pelo o peluca rubia de bote, una ceja gorda a modo de felpa le cruzaba toda la frente color negro tizón, una verruga por debajo del orificio nasal derecho con pelos bicolores realzaban su cara de mala leche. Fea, tremendamente fea.

Enfermera Nazi (E.N.): “Padre mío ¿es que no sabes  leer?  El cartelito, padre mío, no cerrar la puerta, como todo lo hagas igual padre mío”.
Yo: “Hola me llamo…
E.N.: “Mira te voy a decir una cosa, yo el colegio lo terminé hace tiempo y no soy maestra,  yo no enseño na ¿eh? Que a mí no me pagan por enseñar ¿eh?  Padre mío y tú cobras lo mismo que yo”.
M.Y.I.: “Tienes que hacerte su amigo, tienes que ganártela”.
Yo: “Perdona la planta 4º ¿qué especialidad es?”.
E.N.: “¿Cómo?, mira padre mío, la 4ª es la que está entre la 5ª y la 3ª, las jeringas están en el sitio de las jeringas y las agujas en el sitio de las jeringas”.
M.Y.I.: “Toma, toma, toma”.

Miré a mi alrededor otra enfermera estaba sentada en una silla, delgada, caquéxica, la enfermera judía del campo de concentración nazi (E.J.C.C.N.)  y dos auxiliares que vi por primera y última vez de espaldas. Posiblemente fueron ejecutadas en algún momento de la tarde.

La llamada de una habitación ejerció a priori la función de salvavidas, la sirena antiaérea que nos avisa del bombardeo y que te indica ir al refugio más cercano. Entré en la habitación a salvo de la E.N. “Mi niño, que le duele mucho la pierna”.

Yo: “¿Qué pierna?”.
Madre de paciente: “¿Cómoooooooooooooooooooooooooooooooooooo?”.

Tras mirar bajo la sábana, sin recibir un  relevo, sin haber consultado la historia clínica del paciente, sin leer incidencias, me dirigí a la habitación a pecho descubierto, presa del miedo,  huyendo de la represión nazi,  pude observar,  tras mirar debajo de la sábana,  que ese paciente tenía una pierna amputada a la altura de la ingle, la otra pierna estaba atravesada a la altura del fémur por algún tipo de  instrumento de tortura.

M.Y.I.: “Madre míaaaaaa, escapa de este sitio, salta la cerca alambrada, tírate por la ventana, hazte el muertooooooo…

Salí de la habitación sin miedo al fuego enemigo, de repente un quemazón a nivel abdominal, ¿un impacto del fuego enemigo?, no, la tortilla francesa y la fanta, un corte de digestión en toda regla, sin pensarlo salte hacia la trinchera enemiga.

Yo: “Nada el chaval que tiene dolor”.
E.N.: “Oye tengo yo cara de médico, entonces a mí que me cuentas ¿eh? Padre mío”.

A las 19:30 h el ejército de liberación en forma de supervisor de guardia (S.G.) asaltó la 4ª planta reclamando un enfermero para reforzar urgencias.

S.G.: “Mira me llevo a este con su boli 4 colores, sus tijeritas, toma un esparadrapo y ya tienes el kit completo”.

Mi kit completo y yo nos cogimos de la mano del S.G.,  antes,  hice un alto en el camino para dirigirme a la enfermera nazi: “Gracias por todo madre mía y tú E.J.C.C.N. resiste te juro que volveré a por ti…



 






viernes, 2 de diciembre de 2011

Nadie me entiende...

La raramente tranquila noche de sábado,  en las pequeñas urgencias de un pequeño punto de urgencias cualquiera se truncan,   sin avisar, de repente, por el ruido del derrape de un vehículo que toma,  a gran velocidad,  la curva de 90º grados de acceso a urgencias.
Ya  había hecho el augurio la compañera auxiliar  haciendo gala de sus poderes extrasensoriales: “una noche de sábado que empieza tranquila termina movida”. Amén.
El único celador del turno de noche nos pide ayuda, llego primero, no hago caso de la norma número uno de mi compañera: “en urgencias no se corre”, tampoco de su segunda norma: “en urgencias no se sale a buscar a los pacientes de eso ya se encarga el 061, el paciente que quiera vernos que entre, esta es su casa”, amén.
Me encuentro de bruces con un Volkswagen Polo blanco nuevo, del que salen despavoridas 4 niñas adolescentes mujeres, muy guapas rozando la perfección, pero la más guapa permanece dentro del coche, semi-inconsciente, en sus pies un voluminoso vómito.
La imagen de mi compañera auxiliar, en primer plano y en segundo las bellísimas mujeres me hace rememorar las mejores épocas del telecupón, encarnando, mi compañera  a Carmen Sevilla y las espectaculares niñas –mujeres las azafatas que posaban junto a los bombos.
La paciente en cuestión 177 cm de altura sin tacones, 95-60-90, soy malo para las medidas, es la propia paciente de ojos azules y pelo negro con perfecto alisado japonés, la que se encarga de repetirlas continuamente.
Motivo de consulta. Según la amigas intoxicación etílica, me lo creo afirma tajante mi compañera auxiliar (C.A.), la paciente de 17 años, menor  de edad manda callar a todos, vamos ni Tejero: “mira yo vengo porque nadie me entiende, nadie me da placer. Claro como estoy tan buena cuando me ven desnuda se corren muy pronto y yo no me entero de nada, entonces lo que quiero es que me deis unas pastillas que se que existen  para que tarden más en correrse, porque yo, esta noche, he tenido una en  mis manos y se me ha perdido”.
La paciente pasa a consulta médica, se niega a que se le administre tratamiento: “a mí no me pongas eso que engorda y como comprenderás yo no tengo un gramo de grasa”.
C.A., por lo bajinisss: “de grasa no tienes un gramo pero de tonta lo menos 7 kilos y de calentona diez” amén.
Con muy buen criterio, el médico,  al ser menor y ser reacia a recibir tratamiento avisa telefónicamente a los padres, que aparecen casi por arte de magia en pocos minutos.
Mi niñaaaa, que le han hecho”, en observación, en una camilla yace plácidamente la niña, en la cabecera la C.A. que esta ocasión deja de ser Carmen Sevilla para adoptar la apariencia del típico demonio pequeño de los dibujos animados. Se acerca a la niña y le dice: “anda dile a tus papis lo que necesitas”. La niña poseída por el espíritu maligno de mi C.A. exclama, ante la mirada atónita de sus progenitores: “una polla larga y dura que me de placerrrrrrrrrrrr”.
En este momento existe conflicto de motivo de consulta: de una parte las amigas (intoxicación etílica), la niña (déficit de rabo efectivo), la madre (alergia al Bacardi), el padre: “a mi hija le han echado una pastilla  en el coca cola”. Será la pastilla que esta buscando la niña comenta desafortunadamente mi C.A.
Si yo fuera médico escribiría en el informe:
ANTECEDENTES PERSONALES:
                -Alergia al Bacardi.
                -Insatisfacción sexual crónica por perfección física de base.
MOTIVO DE CONSULTA:
Mujer de 17 años que acude a urgencias por posesión demoniaca  propiciada en  parte al ingerir un Bacardi aliñado con una pastilla, dicha bebida iba dirigida a un joven que le atraía físicamente, pero los primeros síntomas de la posesión diabólica le hacen confundir su vaso de agua (ella no bebe) con ese brebaje.
Este cuadro patológico llega a su culmen cuando la C.A. le echa un mal de ojo.
JUICIO CLÍNICO:
Posesión diabólica 
TRATAMIENTO:
El único tratamiento efectivo es administrar un gran rabo duro a demanda. El material de dicho rabo a elegir, preferiblemente carne, goma dura o similares.
El peor parado el vehículo, que ha modificado su olor a nuevo por el olor agrio del vómito que se extiende alegremente desde el suelo del asiento trasero al freno de mano y asiento delantero del copiloto.
DESTINO AL ALTA:
Domicilio habitual de R. Siffredi.
AMÉN