viernes, 30 de diciembre de 2011

Fin de año

Que sí, que da mucha pena comer en Nochebuena y Nochevieja fuera de tu casa y encima por ir a trabajar, pero desdramaticemos,  para mí,  el problema son las uvas:
-          Dónde te comes las uvas: espacio físico.
-          Las uvas en si mismas.
Dónde te comes las uvas: siempre dos posibilidades.
En una planta, servicio, unidad cualquiera, esto ya aumenta la tristeza, allí, con tu compañero/a, los dos solitos: “¿Dónde  ves las campanas?, yo la suelo ver en la autonómica". Pregunta el compañero. Pues donde las vas a ver,  criaturita,  en La 1, que  es la única cadena que se ve en los televisores de todos los hospitales del mundo  sin interferencias, eso es así.
El próximo año voy a patentar un kit de muñecos hinchables, eso si,  respetando el PLAN ESTRATÉGICO DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES (2008-2011):tres muñecos y tres muñecas para crear ambiente y estar acompañaditos.


La otra posibilidad es en un servicio donde haya más gente: urgencias, centro de salud… Aquí entran en juego las uvas en si mismas: diferentes estudios retrospectivos multicéntricos  revelan con un nivel de evidencia: I A. que:

Siempre una mujer y la que lleva más tiempo en el servicio propone: para Nochevieja podíamos cenar algo especial, cada uno que traiga “UNA COSITA”.  Ella siempre se encargará de la bebida y de las uvas.

Las uvas en si mismas:

Siempre vienen (en el 99,9% de la ocasiones) en una bolsa blanca con doble nudo.

Las uvas nunca en racimo siempre sueltas ¿Por qué? Ningún estudio revela luz al respecto, sólo conjeturas.

Se sirven en un vaso de plástico y son doce uvas +/- 2. Es decir ó 14 ó 10 nunca,  repito NUNCA,  doce.

Yo quiero ser mujer y la más vieja del servicio para llevar la bebida y las uvas,
es lo más fácil. Ese año me lo quise currar, busqué en internet, y hasta en una revista, cenas de navidad, comidas en fiestas, “sorprende a tus comensales de forma sencilla y rápida”. UN MOJÓN, todo me salió una mierda, lo peor el salmón con naranja caramelizada,  pobre gato, que Dios lo tenga en su gloria. La única opción, a estas horas, asaltar la casa materna y robarle la carne mechada sobrante de Nochebuena y su salsa correspondiente.

20:00 horas: “Mamá la carne está de muerte, y la salsa agridulce genial”.
Mamá: “¿Agridulce? No, es de almendras, estará mala”.
A tomar por culo: carne y mayonesa.

A las 23:37 horas siempre surge algo que no te permite volver al estar de urgencias hasta las 23:55 horas y allí están, en un vaso de plástico las doce uvas aproximadamente. Este año vaso de plástico de tubo.

Mi yo interior (M.Y.I.): “Ole,  ole, ole tu coño compañera”.

A la dificultad de seguir las campanadas en La 1, que parece que tienen prisa, se añade el tener que girar el vaso de tubo con la mano izquierda, en un ángulo de 45º, para con el segundo y tercer dedo de la mano derecha hacer pinza para intentar dar caza a esas uvitas. Sin tiempo de calibrar, prepararlas,  quitarle los pellejos,  las semillitas…

Mi vaso de uvas era multicultural: ninguna uva pertenecía al mismo racimo, ni a la misma vid, ni creo que al mismo continente. La primera uva era tipo Kiko pero no el fruto seco sino el Kiko Rivera, era gigante, la segunda uva la cogí de una oreja, era lo más parecido a la cabeza de un bebé, la tercera no me la comí, la reservé para preparar melón con jamón, era grande verde oscura y no tenía pellejo, era cáscara.
El resto se habían perdido en un paso intermedio del proceso de elaboración de la uva pasa.

Después de los saludos y felicitaciones (coño hasta el médico cabrón me dio la mano y un abrazo, esto si que es espíritu navideño), con las lagrimas saltadas la organizadora del evento: “coged los vasos que vamos a brindar”.

M.Y.I.: “Ole tu coño otra vez, los vasos, esos que todos habíamos dejado en la mesa para felicitarnos”.

Siempre hay un listo: “este es el mío lo deje aquí”. Una mierda mu grande, no puedes saberlo. Lo único que pedí es que no me tocase el del médico cabrón, no por nada, es que lo último que hizo fue un tacto rectal, curiosamente con los dos dedos con los que cogía las uvas.

Tachánnnn como no podemos beber traigo champán sin alcohol”. ¿Eso qué cojones es?. De una bolsa amarilla sacó una botella con la misma forma aparente de una de cava, serigrafiada una silueta simulando a un payaso,  portando en ambas manos globos de diferentes colores: champanin o chanpanonino, o algo así adiviné a leer.

Esa bebida purgante se le da a los niños, sabiamente, para impedir su inicio en el consumo de alcohol. Claro el niño cuando se echa esta mierda  a la boca exclama: “jamás beberé alcohol”.

Esa Nochevieja mi mente no estaba allí, se encontraba por ahí de fiesta, parecía haberse ido acompañada de mi estómago que sufría los efectos del whisky garrafón aunque en esta ocasión provocados por la mezcla: salsa agridulce, champanonino y uvas interraciales.

Dedicado a todos los profesionales sean del gremio que sean que curran en Nochebuena, Nochevieja y demás fiestas de guardar, de reconocido arraigo popular.








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